Fiódor Dostoievski (Moscú 11 de noviembre de 1821, San Petersburgo, 9 de febrero de 1881) se ha
convertido en una de las plumas más reconocidas de la literatura rusa y
universal. Con clásicos como Crimen y Castigo, El Idiota, Memorias del
subsuelo, El Jugador y Los Hermanos Karamazov, logró retratar como pocos la
psicología humana y la sociedad de su época. Si bien su vida está plagada de un
sinfín hechos significativos, hoy nos ocuparemos brevemente de una de sus
épocas menos felices pero que a la vez le reportó los mejores dividendos literarios:
su adicción por la ruleta.
(Dostoievski en 1876)
Para ello, nos basaremos en dos fuentes fundamentales:
primero y principal, una amena charla sobre el tema que brindó Alejandro Dolina
en su programa La Venganza Será Terrible (debajo les dejaremos el link para que
puedan escucharla) y una biografía de Dostoievski escrita por Henri Troyat, que
nos sirvió para cotejar datos y citar palabras textuales del propio Fiódor para
enriquecer el artículo.
Para comenzar diremos que Dostoievski tuvo dos esposas:
María, la primera, murió muy joven; la segunda, Ana, fue también su secretaria
y quien la ayudó además a escribir El jugador, ordenar su vida y hacerle frente
a sus editores que por lo general solían otorgarle tiempos muy breves al bueno
de Fiódor para que tuviera listas sus obras.
En medio de estos dos matrimonios, Dostoievski tuvo un
romance con una muchacha de nombre Polina. Cabe su mención, ya que algunos
biógrafos del escritor sostienen que ella fue la “causa” por la que se volcó al
juego de manera desenfrenada: quería agasajarla con regalos caros que no podía
solventar con sus magros ingresos y subyugado ante la posibilidad de obtenerlo
de manera rápida o fácil se entregó al juego. Polina y Ana dejaron innumerable
cantidad de notas llenas de quejas y preocupación por la afición de Fiódor hacia
el juego, amén de otros sinsabores que debieron atravesar por su carácter
irascible.
Otros estudiosos coinciden en que Dostoievski jugaba para
paliar su situación económica; vivía inmerso en la pobreza, de la que no
lograba salir por varios motivos: no sólo porque solía gastar más de lo que
ingresaba en su cuenta, sino por los pésimos contratos literarios que se veía
obligado a aceptar. Cuentan que esos acuerdos eran tan desesperados, tan
perentorios, que si Fiódor no los cumplía los editores podían quedarse con los
derechos de toda la obra futura del escritor.
Dostoievski escribía a toda velocidad para impedir que merced
a esos contratos funestos, toda su obra no escrita ya le fuera ajena. Si bien siempre
lograba cumplir con los plazos, los réditos económicos de todas maneras eran
muy escasos. Solía pedir adelantos constantemente, gastaba a crédito y cuando
cobraba el resto del dinero, lo dilapidaba en cuestión de días o semanas, lo
que lo obligaba una y otra vez a trabajar sin descanso en nuevas obras. Su
esposa Ana fue fundamental para que se entregaran a tiempo los escritos, ya que
era una excelente taquígrafa.
(Anna Grigórievna Snítkina, segunda esposa del escritor)
Otros biógrafos, más románticos, sostenían que su afán
por ganar en la ruleta en verdad era algo secundario, y que había desafíos pascalianos. Eternos
enfrentamientos con el azar o con dios mismo. Para él era más o menos lo mismo
(el azar y la divinidad).
Por el año 1863, exiliado de Rusia, empezó a jugar con método. Fue en el casino de Wiesbaden. Comenzó a estudiar tendencias, creyó en correlatividades entre un tiro y otro de la ruleta, creyó también en todos los manuales disponibles al momento que enseñan a los jugadores el modo de hacer reventar la banca mediante sistemas infalibles. Dostoievski solía decir que había firmado un contrato con el destino y que gracias a eso más tarde o más temprano la perseverancia daría sus frutos.
Puede decirse también que por culpa de ese error, padeció terribles indignidades. Parece ser que sólo cuando se quedaba sin un peso y fuertemente endeudado, se ponía a escribir, lo que solía hacer sólo de noche. La imposibilidad de cualquier actividad lúdica o burguesa por falta de dinero era lo que lo instalaba en su escritorio. Solía ser echado de los hoteles por no poder pagarlos. Según dicen, nunca trabajaba mejor cuando lo había perdido todo.
Durante su permanencia vecina al casino de Wiesbaden empezó a escribir Crimen y Castigo. Solía cobrar anticipos que luego gastaba en el casino o en pagar deudas. A veces, cuando se encontraba sin dinero, solía ir al casino nada más que para jugar “de ojo”, y podía vérselo festejar como un loco esos aciertos íntimos e inoperantes.
El amor por su amante Polina empezó a importarle muy poco. De todas maneras, la muchacha no se sometió a ninguna espera ni esperó respuestas. Mientras Fiódor meditaba acerca de su sistema de frecuencias rojinegras, ella se fue con un estudiante español de medicina llamado Salvador.
Otros de los casinos visitados por Dostoievski fueron los de Baden-Baden y el de Bad Homburg. Algunos jugadores legendarios habían convertido a la ciudad en capital del juego. En realidad, el pobre de Fiódor estaba por completo fuera de su ambiente en aquel lugar; sus ínfimas apuestas no lograban llamar la atención de los jugadores más fuertes o reconocidos. El nombre de Dostoievski no aparece siquiera una vez en el libro de ganadores de ese casino.
Por el año 1863, exiliado de Rusia, empezó a jugar con método. Fue en el casino de Wiesbaden. Comenzó a estudiar tendencias, creyó en correlatividades entre un tiro y otro de la ruleta, creyó también en todos los manuales disponibles al momento que enseñan a los jugadores el modo de hacer reventar la banca mediante sistemas infalibles. Dostoievski solía decir que había firmado un contrato con el destino y que gracias a eso más tarde o más temprano la perseverancia daría sus frutos.
Puede decirse también que por culpa de ese error, padeció terribles indignidades. Parece ser que sólo cuando se quedaba sin un peso y fuertemente endeudado, se ponía a escribir, lo que solía hacer sólo de noche. La imposibilidad de cualquier actividad lúdica o burguesa por falta de dinero era lo que lo instalaba en su escritorio. Solía ser echado de los hoteles por no poder pagarlos. Según dicen, nunca trabajaba mejor cuando lo había perdido todo.
Durante su permanencia vecina al casino de Wiesbaden empezó a escribir Crimen y Castigo. Solía cobrar anticipos que luego gastaba en el casino o en pagar deudas. A veces, cuando se encontraba sin dinero, solía ir al casino nada más que para jugar “de ojo”, y podía vérselo festejar como un loco esos aciertos íntimos e inoperantes.
El amor por su amante Polina empezó a importarle muy poco. De todas maneras, la muchacha no se sometió a ninguna espera ni esperó respuestas. Mientras Fiódor meditaba acerca de su sistema de frecuencias rojinegras, ella se fue con un estudiante español de medicina llamado Salvador.
Otros de los casinos visitados por Dostoievski fueron los de Baden-Baden y el de Bad Homburg. Algunos jugadores legendarios habían convertido a la ciudad en capital del juego. En realidad, el pobre de Fiódor estaba por completo fuera de su ambiente en aquel lugar; sus ínfimas apuestas no lograban llamar la atención de los jugadores más fuertes o reconocidos. El nombre de Dostoievski no aparece siquiera una vez en el libro de ganadores de ese casino.
Sin embargo, nadie parecía más concentrado que él en
aquel sitio. Pasaba toda la jornada allí, y cuando se quedaba sin dinero le
hacía sugerencias a los que tenían plata. Dostoievski llegó a pedirle prestado
a algunos escritores famosos. Se endeudó con León Tolstoi y Iván Turguénev,
deudas que saldó diez años después de haberlas contraído.
Lo que sucedió con su segunda esposa Ana fue terrible.
Vivían en Dresde. Después del casamiento, ocurrido en 1867, Fiódor sugirió
viajar a Homburg para probar suerte a la ruleta, a donde en realidad terminó
viajando solo. El plan original, o lo que Fiódor le dijo a su mujer, era pasar
unos dos o tres días en la ciudad para luego volver al hogar. Pero la visita se
extendió hasta los diez días, al cabo de los cuales se había quedado en la
ruina. Entonces, le escribió a su mujer una serie de cartas llenas de culpa y
de halagos, y de pedidos, algunas de las cuales citamos a continuación.
Pasados unos días de ese episodio, Ana lo esperaba en la
estación para recibirlo. Sin embargo, no lo encontró; regresó a su hogar y vio
una nueva carta, fechada el 24 de mayo que rezaba:
Finalmente, Fiódor regresó a Dresde junto a su esposa
pero su pasión por el juego no sólo no terminó sino que se acrecentó. Se
pusieron de acuerdo y Ana lo acompañó al casino en algunas ocasiones. La mala
fortuna continuó y debieron apelar a todo tipo de recursos para seguir
sosteniendo ese alocado ritmo de vida.
Empeñaron los anillos de boda; luego siguieron los regalos de casamiento y finalmente las prendas de vestir. Llegó un momento en el que Ana no podía salir a la calle por varias semanas porque se había quedado casi sin vestidos.
Fiódor atribuía la culpa de sus desastres a los otros jugadores. Decía que lo distraían con sus codazos, o con el exceso de perfume, y le impedían concentrarse para apostarle a los números ganadores.
En Baden-Baden, a donde viajaron luego de reencontrarse en Dresde, Dostoievski se transformó en un personaje notorio. Tenía el rostro enrojecido, los ojos sanguilonientos y el enojo a flor de piel. Lo detuvieron en dos oportunidades por agredir al croupier.
En verdad, no existió nunca un momento de holgura en la vida de Dostoievski. Aparecían pagos, adelantos, contratos pobres que se diluían en los casinos. Fiódor y Ana hacían permanentes viajes de un prestamista a otro.
Empeñaron los anillos de boda; luego siguieron los regalos de casamiento y finalmente las prendas de vestir. Llegó un momento en el que Ana no podía salir a la calle por varias semanas porque se había quedado casi sin vestidos.
Fiódor atribuía la culpa de sus desastres a los otros jugadores. Decía que lo distraían con sus codazos, o con el exceso de perfume, y le impedían concentrarse para apostarle a los números ganadores.
En Baden-Baden, a donde viajaron luego de reencontrarse en Dresde, Dostoievski se transformó en un personaje notorio. Tenía el rostro enrojecido, los ojos sanguilonientos y el enojo a flor de piel. Lo detuvieron en dos oportunidades por agredir al croupier.
En verdad, no existió nunca un momento de holgura en la vida de Dostoievski. Aparecían pagos, adelantos, contratos pobres que se diluían en los casinos. Fiódor y Ana hacían permanentes viajes de un prestamista a otro.
(La biografía de Henri Troyat, editada por El Ateneo, una de las fuentes del artículo)
Dostoievski jugó siempre salvo los últimos años de su
vida, y puede decirse que por razones ajenas a su voluntad: ya que en 1872
fueron clausuradas todas las salas de juego de Alemania, en donde él se
encontraba. Salas que fueron reabiertas recién en tiempos de Hitler (1933).
Aquellos años en los que se mantuvo alejado del juego, no fueron los más inspirados de Fiódor. Escribió casi todo lo que conocemos de él en medio de la desmesura, la angustia, los problemas económicos, el juego, etc.
Esta es la historia acerca de la relación de Dostoievski y la ruleta.
Aquellos años en los que se mantuvo alejado del juego, no fueron los más inspirados de Fiódor. Escribió casi todo lo que conocemos de él en medio de la desmesura, la angustia, los problemas económicos, el juego, etc.
Esta es la historia acerca de la relación de Dostoievski y la ruleta.
Links de interés:
- [Video] Biografía de Fiódor por The History Channel (en español.
- [Video] Miniserie rusa sobre Dostoievski. Enlace al primer capítulo.
- Charla de Alejandro Dolina sobre el escritor y su afición por la ruleta.
Títulos de Dostoievski disponibles en SirBooks.
Saludos.
SirThomas.
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